Después de una breve pausa vacacional, vuelvo a la carga –nunca mejor dicho- con la semblanza artística de uno de los últimos héroes románticos que ha dado nuestra historia contemporánea: el general Diego de León y Navarrete (Córdoba 1807- Madrid 1841).
La idea de ahondar en la vida de este peculiar personaje me la dio una preciosa escena en miniatura creada por el navarro Waldo Osés, el cual plasmó el pasaje narrado por Ignacio Danvila Carbonell en el libro “Diego de León, la primera lanza del reino”, donde siendo brigadier, y en plena Guerra Carlista, cargó a la cabeza de un escuadrón de caballería, con su montura al galope y lanza en ristre, asaltando la primera línea enemiga aprovechando el hueco de la tronera de un cañón, poniendo en fuga al enemigo. Una imagen que quedó para la historia y los grabados de la época.
Hijo de militar, Diego de León abraza la carrera de las armas a los 17 años. Tres años después es capitán del Regimiento de Coraceros de la Guardia Real, donde tiene ocasión de adquirir un intenso afecto por la institución monárquica, muy en particular por la reina Mª Cristina, esposa de Fernando VII, lo que marcaría la etapa más decisiva de su vida. Iniciada la primera guerra carlista con la muerte del monarca en 1.833, Diego de León, tras solicitarlo reiteradamente a sus jefes, se incorpora al conflicto como Capitán de Dragones en un regimiento de húsares del Ejército del Norte, bajo el mando del General Alaix.
Ya comandante, su primera actuación heroica se produce en 1.834 en la batalla de Arcos (Navarra), en la que al mando de sólo 72 jinetes derrota a una columna carlista de efectivos muy superiores. Esta hazaña le hace merecedor de su primera Gran Cruz Laureada de San Fernando. Su arrojo, casi temerario, empieza a ser comentario común de todos los que le rodean y transciende a los cenáculos sociales y políticos de la capital. Se habla no sólo de su porte gallardo e impresionante, de esto último podían dar buena cuenta sus adversarios en el campo de batalla, sino también de su extraordinaria habilidad como jinete y en el manejo de la lanza, lo que sorprende a todos ya que este arma no se usaba en combate de asalto desde Carlos III, y había caído en total desuso a lo largo de la guerra de la Independencia.
Entre 1835 y 1840, y en el ámbito de la Guerra Carlista, su leyenda se acrecienta: sus combates se cuentan por victorias, siendo acreedor de otras dos laureadas y finalizando la contienda con el grado de teniente general.
Terminada la guerra, la convulsa situación provocada por el exilio de Dª Cristina acaecido en octubre de 1840, colocan a Diego de León en un «campo de batalla» para el que no tenía ni dotes ni vocación: la política. Su enfrentamiento con Espartero, al ocupar éste la regencia en mayo de 1.841, y su voluntad decidida de reponer en el trono a la Reina Cristina, por la que sentía una verdadera lealtad y devoción, le hacen entrar en contacto con los generales O´Donnell, de la Concha, y otros muchos mandos del ejército que pensaban como él. Poco más hacía falta para empujar a la acción a quien nunca había conocido el conformismo o la cautela y en la tarde del 7 de octubre, acompañado por de la Concha y Pezuela, decide asaltar el Palacio de Oriente. La enconada resistencia de la guarnición hace fracasar estrepitosamente la operación.
Diego de León es apresado, y aunque dispuso de la oportunidad de huir a Portugal, fiel al concepto del honor que presidió toda su vida, rehúsa el ofrecimiento y se auto inculpa como único responsable del asalto a palacio. El Consejo de Guerra es inmediato y fulminante en su sentencia. La ejecución se produce en la mañana del 15 de octubre en los aledaños de la Puerta de Toledo adonde llega Diego de León aclamado por el pueblo de Madrid con su uniforme de gala. De él dice el General San Miguel, entonces Ministro de la Guerra: “La pena sufrida por el General de León no le deshonró ni menoscabó en lo más mínimo su gloria, tan justamente adquirida”.
Sirva esta breve y sentida reseña biográfica para rendir justo homenaje a este héroe cordobés, paradigma del honor y la valentía, de los que hizo amplia gala a lo largo de su breve e intensa existencia, y que hizo que la España entera de su tiempo le conociese como la Primera Lanza del Reino.
5 comentarios:
Esto parece una constante en la historia de España: la de los innumerables héroes trágicos, las honrosas derrotas, ... Campo abonado para una enorme colección de miniaturas que emule a la de Bevilacqua ;-)
A esto se llama volver de vacaciones con las "pilas cargadas" y "ardor guerrero".
Magnífica elección de cuadros y precioso diorama.
Es interesante reflexionar sobre hechos donde las personas son consecuentes con sus actos y, si fracasan, asumen con gallardía los mismos y hasta mandan su pelotón de fiusilamiento.
Enhorabuena, Luis
Pues si Jorge, esta sería una figura para la colección del protagonista de las novelas de Lorenzo Silva, o bien para la tira dominical de Pérez Reverte: un hombre que en el campo de batalla lo ganó todo, para al día siguiente perderlo todo. Un poco, como bien dices, la historia de nuestro país, más sombras que luces.
Para enmarcar, Fernando, la carta que dedicó horas antes de morir a su esposa. Me ha faltado espacio para ponerla, pero si puedes, búscala, no tiene desperdicio.
También, grave error, me ha faltado explicar que el modelado de la viñeta ha correspondido a Waldo Osés, pero la pintura ha corrido a cargo de varios miembros de la Asociación Madrileña "Alabarda" (no se exactamente sus nombres). Espero me disculpen. ;)
Personaje interesante y, creo, bastante representativo del convulso siglo XIX español.
Respecto al diorama de Waldo, es una auténtia preciosidad; el proceso de pintura ha sido muy especial pues ha primado más la ilusión por un trabajo especial que la propia técnica pictórica.
Gracias por hacer mención a ello.
Cierto todo lo que comentais, es increible como se puede a llegar a ser un heroe y en poco espacio de tiempo pasar a ser el peor villano. Esto es una cosa que pasa en abundancia en este pais.
Aun y asi recomiendo la lectura del libro para tener la dimension exacta de quien fue este señor.
Respecto a la viñeta gracias por los comentarios, disfrute mucho con su ejecucion por que me imaginaba como habria sido la carga e intente reproducirla.
Mil gracias a mis amigos Alabarderos (Paco, Robert, David y Humberto)que le pusieron la vida necesaria en forma de color.
Saludos.
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