Para un profano, los soldados de plomo son pequeñas figuras, más o menos graciosas, que representan tropas militares en aptitudes de desfile o acción, y que durante mucho tiempo fueron el juguete de no pocos niños. Tal definición es completamente correcta, ya que los tradicionales “soldaditos de plomo” han formado parte de la etnología propia de los países desarrollados durante los tres últimos siglos.

Sin embargo, en los años 60 del siglo pasado, una serie de artesanos europeos, deciden dar un paso más en la fabricación de estas figuritas, dotándolas de un detalle y una minuciosidad, hasta la fecha jamás vista. Es el nacimiento de la “miniatura militar” tal y como la conocemos hoy en día: una pequeña escultura en aptitud de pose, perfectamente detallada y donde prima el rigor del uniforme y la calidad artística, al encanto del juguete infantil. En España el pionero de este nuevo concepto de “soldaditos” fue, sin lugar a dudas, Ramón Labayen.

Este tolosano, conocido popularmente en su tierra por haber sido alcalde de San Sebastián y Consejero de Cultura del Gobierno Vasco, y en el resto del mundo por sus maravillosas miniaturas, comenzó a modelar figuras en 1961 de manera totalmente autodidacta, siguiendo los pasos de la escuela británica de Charles Stadden. Con mucha paciencia y empeño, Don Ramón y su discípulo Fermín Galarreta, consiguieron en poco tiempo reproducir un tipo de miniatura, que por su detalle y bellísima decoración, muy pronto fueron referencia mundial.

Ordenada por series, la colección Labayen se nutrió primeramente de referencias sobre soldados británicos, rusos, alemanes y austriacos del siglo XIX. Posteriormente vendrían las tropas españoles de mediados del XVIII, las de Carlos IV y los uniformes de la Guerra de Independencia. Aunque la serie estrella del taller nacería a principios de los 70 con la “Colección Rousselot”; más de 150 referencias dedicadas a las Guerras Napoleónicas, basadas en las láminas de los ilustradores franceses Rigo y Lucien Rousselot . Son en estas últimas donde mejor se aprecia la calidad de la escultura de Labayen y Galarreta. Los bordados en las guerreras de los mariscales, los grabados en las banderas, los dolman y pellizas de los húsares, y muchos detalles más hacen de cada pieza una pequeña joya.

Tras un paréntesis debido a su paso por la política, Ramón Labayen regresa a la producción de soldados a finales de los 80, con una colección final un tanto anárquica, al estilo de los tiempos, que la proliferación de una documentación especializada esplendida, hace posible. De su taller salen figuras de los Borbones españoles, franceses y napolitanos del siglo XVIII, prusianos de Federico el Grande, austriacos de María Teresa, tropas del Kaiser Franz, figuras especiales como la de Simón Bolívar para el Pabellón de Euskadi en la Expo Universal de Sevilla. Y como no, soldados napoleónicos a pie y a caballo, en 54mm y en 30mm.

Los casi 50 años de producción de miniaturas Labayen la han convertido en historia viva del miniaturismo militar, habiendo un antes y un después en la concepción del mismo. Sus figuras, hoy en día objeto de búsqueda preciada por parte de los coleccionistas, poseen el encanto de las cosas hechas por amor al arte. En palabras del propio Don Ramón: “….es un privilegio pertenecer al mundo de los soldados de plomo, que está hecho de Historia Militar, de erudición iconográfica, de sensibilidad artística y sobre todo de gentes entusiastas, entregadas a una afición que es una auténtica pasión”.

Sería un ingrato si desde este espacio no fuese capaz de dar las gracias a este insigne artista vasco, ya que fueron sus miniaturas –detrás de un cristal en la trastienda de la juguetería Kits de Zaragoza- las que alimentaron durante mi infancia la pasión por esta afición.
Por todo ello gracias Don Ramón.