viernes, 31 de diciembre de 2010

Carlos Parrilla Penagos, entre pólvora y salitre.

Carlos Parrilla Penagos nace en Santander el 23 de julio de 1958, aunque es en Madrid donde cursa sus estudios y donde actualmente vive.

Ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando licenciándose en Grabado. Durante sus estudios ilustra libros de texto y de literatura infantil y juvenil. También expone sus acuarelas y grabados en varias exposiciones individuales y colectivas.

Con el tiempo se dedica a la publicidad alternando el mundo de la ilustración publicitaria y el story board para televisión, con su afición a la Historia Naval y la pintura de marinas, siendo uno de los escasos marinistas que existen en España.

Su trabajo puede verse en www.todoababor.es considerada la mejor Web de Historia Naval en español.


Con el permiso del pintor y del responsable de “todoababor”, voy a reproducir en esta actualización un artículo aparecido en esa Web, donde Carlos Parrilla, explica en primera persona como realiza una pintura, ya que me parece muy interesante mostrar a los aficionados a la pintura y al arte en general, el modo y manera con que los artistas abordan un trabajo, las técnicas empleadas, y sus comentarios al respecto.


Voy a intentar explicar cómo es el proceso que he seguido para la elaboración de la obra “Trafalgar”.
Comienzo siempre por imaginar la escena dibujándola a grafito a un tamaño de un folio o menor, lo hago así porque es más fácil dominar las perspectivas.
Una vez que tengo el boceto a mi gusto, lo escaneo y lo paso al ordenador, ahí lo dejo un par de días sin mirarlo porque al cabo de ese tiempo es más fácil distinguir los errores que pueda haber cometido. En realidad estoy corrigiendo la pintura a lo largo de todo el proceso de elaboración, pero por lo menos evito los errores más gordos. Cuando veo algo que no me gusta lo enmiendo a base de Photoshop.
Una vez ya satisfecho, amplío la ilustración a tamaño del lienzo elegido, lo imprimo y lo traslado, primero calcando los rasgos más generales, y luego redibujándolo todo a lápiz. Al tamaño definitivo suelen surgir más errores, generalmente de proporciones.
Después de tenerlo todo listo a lápiz lo repaso con un bolígrafo Bic de punta fina. Lo hago así porque al pintar con acrílicos, si sólo lo dejara a lápiz, éste desaparecería al aplicar las capas de pintura, teniendo que volver a dibujar todo una y otra vez. El bolígrafo, sin embargo, aguanta mucho este proceso, y se mantiene bastante visible por debajo del color aplicado. De todas formas en varias ocasiones he tenido que repasarlo igualmente.


Pasamos al color. Como hace muchos años me enseñó, el acuarelista Antonino Martínez Tavera, el color lo aplico dependiendo del plano que ocupe el motivo, pintando primero lo más alejado y finalmente lo más próximo. Aunque este proceso me lo salto en bastantes ocasiones, en términos generales lo sigo por razones lógicas y, sobretodo, prácticas. Empiezo por pintar el cielo, procurando siempre no recargarlo ni elaborarlo mucho para que no quite protagonismo al motivo principal que son los barcos.

El cielo es algo que parece una tontería de hacer, ya que bien podría decir que con cuatro pinceladas está resuelto, nada más lejos de la realidad, no recuerdo ni una sola ocasión en la que no haya sudado la gota gorda pintándolo.

Una vez terminado el cielo, y esto que voy a contar es una manía que tengo, lo reconozco, pinto las banderas y los gallardetes. Sé que parece una estupidez, pero si no las pinto en ese momento del proceso no consigo concentrarme en el resto, así que pinto las banderas y me olvido.

En este momento es cuando me enfrasco con los barcos. Pintar un barco no es tan difícil como a primera vista pueda parecer, por lo menos para mí, otra cosa es que sea laborioso, porque lo es y mucho.


En "Trafalgar" primero pinté el casco del "Trinidad", saltándome lo anteriormente dicho sobre los planos alejados y próximos (es que me encanta pintarlo), y luego los cascos de los otros navíos, y todo sin los efectos del combate acabados.
Una vez pintados los cascos me decidí a terminar al "Santísima Trinidad", en parte porque me apetecía pero sobretodo porque me lo permitía el hecho de que detrás de él sólo había cielo. Eso sí, al pintarlo seguí el proceso "plano alejado hacia primer plano", es decir, pinté la arboladura desde el mesana hacia el bauprés, y las jarcias de sotavento antes que las de barlovento.

Continué con los dos barcos a la izquierda de la composición, la fragata de señales y el "Neptune". Hay que tener cuidado para que al aplicar el color, estos dos elementos no pesen demasiado y se te vengan hacia adelante, para ello hay que matizar el color agrisándolo y rebajándolo con blanco, de esta manera se consigue que permanezcan en su lugar, o al menos eso es lo que se intenta.
Vamos a la derecha del cuadro. Primero la arboladura del "Temeraire", luego la de los barcos de la línea aliada del fondo, después la del "Victory", y finalmente la del "Bucentaure".

Una vez que tengo todos los barcos pintados a mi satisfacción comienzo a terminar los efectos del combate. No sin pena, lo digo de verdad, porque tapo con el humo y los cañonazos parte de lo pintado antes, aunque no demasiado. Aquí falseo un poco la realidad, me doy esa licencia, porque si pintara el resultado real de los fogonazos de pólvora negra los barcos prácticamente quedarían ocultos por el humo blanco, y no interesa, al menos a mí no.


Ya estamos acabando. Para mí, el mar es lo más difícil de pintar que hay. No hay un sólo cuadro con el que no me haya desesperado en este punto. Por regla general he tenido que pintar el mar como tres, cuatro o cinco veces, hasta que he quedado satisfecho. Es un proceso de pintar y tapar en sucesivas veces, y que en muchas ocasiones doy con el camino adecuado por simple casualidad, lo confieso, aunque también creo que estas casualidades sólo aparecen después de haber transpirado mucho. Hasta tal punto me he desesperado que he llegado a rajar el cuadro que estaba pintando en un par de ocasiones.

Yo cuando veo un mar bien conseguido de los marinistas que hay por ahí, me dan ganas de arrodillarme delante de él. Insisto, pintar el mar es muy difícil.


Y por último, pinto algo que siempre me divierte mucho, hasta el punto de que en ocasiones me descubro completamente infantilizado haciendo ruiditos con la boca, como cuando pintaba en clase de dibujo en el colegio; los salpicones de los astillazos en el agua. Qué le voy a hacer, en muchos sentidos, y afortunadamente, sigo siendo como un niño.

5 comentarios:

augusto dijo...

Sin duda alguna el mejor y mas detallista pintor naval que conozco..
sus trabajos de ingeniería artística y conocimiento del mundo marítimo son el fruto de años de dedicación y estudio ,

JorgeFS dijo...

Esta entrada me trae a la memoria las muchas láminas de barcos que consulté cuando me dedicaba al modelismo naval.
Un excelente proceso, muy ilustrativo. Sobre todo para los que gustamos del dibujo y la pintura.

Waldo dijo...

Maravilloso, creo que no se puede decir otra cosa, me he quedado boquiabierto contemplando la infinidad de detalles de sus obras.
Ademas el tema marino me encanta, por que no decirlo.
Luis por lo que veo empezamos bien el año.
Saludos.

Josito dijo...

Sencillamente....impactante la obra de este artista.
El detalle es soberbio y el color.....qué más se puede decir !!!
Estupendo enlace Luis. Gracias una vez más.
Saludos. JM

Anónimo dijo...

ampliar un velero en diferentes proporciones, que duda cabe, el ordenador lo ha solucionado. Con sus confesiones aprendí que primero hay que pintar el cielo. Esto es por los cables y arboladuras.