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jueves, 20 de agosto de 2015

La escultura de Salvador Amaya



Salvador Amaya (Madrid 1970) es el último gran escultor monumentalista surgido en nuestro país. Hijo del también escultor Marino Amaya, desde su infancia vivió el ambiente artístico que reinaba en su casa, aprendiendo de su padre, ayudándole desde la adolescencia y llegado a trabajar juntos, como en el caso de la obra a los Donantes de Sangre sita en la ciudad de León.


 
 
Además de la influencia de su padre, Amaya bebe de los grandes clásicos de la escultura, desde los maestros renacentistas italianos, hasta nuestros clásicos, como Mariano Benlliure, Marinas o Querol, en un ejemplo de asimilación, aprendizaje y superación. El aficionado observador pude apreciar su brillante desenvoltura en la obra "Libertad" en Madrid;  su pasión por el retrato, con ejemplos como el "Monumento a Valle-Inclán" en Vilanova de Arousa; o su particular universo creativo, pleno aciertos, matices y posibilidades en su obra "El peregrino" en Burgos.


 
 

Curiosamente es su vertiente histórica y militar la que ha puesto a Salvador Amaya en las primeras páginas culturales de nuestro país, quizás su vocación militar fustrada y declarada por él mismo, tenga mucho que ver. Primero fue la creación de la escultura a Blas de Lezo, el hasta hace bien poco olvidado héroe español de Cartagena de Indias, fijada e inaugurada a finales del 2014 en la plaza de Colon de Madrid, y posteriormente con la de Bernardo de Gálvez, obra en la que ha colaborado Augusto Ferrer-Dalmau con sus bocetos, y que será presentada en una exposición que se hará sobre Gálvez en el mes de diciembre, a la espera de que en un futuro luzca en forma de monumento en algún espacio público.
 
 


Su técnica la explica él mismo en una entrevista para ABC “la escultura comienza con la fabricación de un esqueleto metálico que será el que sujete la arcilla. Una vez que esta estructura es firme comienzo a añadir barro dando la forma básica. En este punto comienza la parte artística. Pongo y quito arcilla, modelo los detalles, observo, cambio cosas y trabajo el barro hasta que digo ¡Ya está!. Una vez terminado el modelado en barro, saco unos moldes de silicona y escayola que serán con los que trabajen en la fundición. Mediante el procedimiento de la cera perdida, se funde en bronce, se repasa y se patina. Los trabajos de fundición los dejo en manos de profesionales. Ellos me ofrecen la posibilidad de supervisar e incluso trabajar con el repaso y acabado”.




Debido al interés mostrado por coleccionar obras de carácter histórico-monumental, Amaya se halla en plena creación de una colección de réplicas de sus monumentos. Todas y cada una de las esculturas están trabajadas y supervisadas por el escultor, así como numeradas, fechadas, firmadas y garantizadas con su correspondiente Certificado de Autenticidad. Su web nos ofrece más información al respecto.